Por lo visto en los 70 años que Cal Pep lleva sirviendo vermuts nada ha cambiado, pero este es su encanto. Y que así siga.
Una bodega curiosa en la que mires donde mires hay saturación de todo tipo de objetos dispares que conviven a la perfección con las barricas, las neveras antiguas y la clientela. Abuelitos entrañables que no pierden la oportunidad de conversar contigo a la mínima que pueden.
Disfrutar de un clásico, vermut de la casa en mano.
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